Como bien sabemos el agua es fundamental para la vida, por lo que su contaminación puede ser algo muy negativo para el desarrollo tanto económico como social de los pueblo o de las poblaciones próximas a ese lugar contaminado.
La contaminación del agua causada por las actividades humanas se comienza a producir desde los primeros intentos de industrialización, para transformarse luego en un problema tan habitual como generalizado. Durante la revolución industrial (entre la segunda mitad del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX) los procesos de producción requerían de la utilización de una gran cantidad de agua para la transformación de las materias primas. A su vez, los efluentes de dichos procesos productivos eran vertidos en los cauces naturales de agua sin ningún tipo de depuración, con sus desechos contaminantes correspondientes. Aquí comenzó a extenderse el grave problema de la contaminación del agua.
Generalmente, la contaminación del agua se produce a través de la introducción directa o indirecta en los acuíferos o cauces de agua (ríos, mares, lagos, etc) de diversas sustancias que pueden ser consideradas como contaminantes. Existen dos formas principales de contaminación del agua: Una de ellas tiene que ver con su ciclo natural, durante el que puede entrar en contacto con ciertos constituyentes contaminantes (como sustancias minerales y orgánicas disueltas o en suspensión) que existen en la corteza terrestre, la atmósfera y en las aguas.
Pero el otro tipo de contaminación del agua -que tiende a ser la más importante y perjudicial- es aquella que tiene especial relación con la acción del ser humano.
Como sabemos, esa contaminación del agua puede llevar a la contaminación de los rios, a la contaminación de los mares, o incluso a la de lagos, embalses, presas… A fin de cuentas, todo aquello que contenga agua. Esta contaminación afecta para empezar a la fauna y a los diferentes seres vivos que pueden vivir en la misma. De esta forma los productos contaminantes se introduce en la cadena alimenticia, y van invadiendo la misma hasta llegar a los eslabones superiores, es decir, nosotros. Al alimentarnos de los seres vivos que viven en el agua contaminada, como por ejemplo el pescado y el marisco, ingerimos y acumulamos las toxinas que ellos consumieron, lo que tiene consecuencias fatales a largo plazo, como la aparición de enfermedades como alergias, o incluso cáncer. Además, debemos señalar que el agua contaminada puede ser portadora de una gran variedad de enfermedades, algunas de ellas mortales.
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